A partir de la segunda mitad del siglo XX, se desarrollaron distintas teorías, que intentarían explicar los fenómenos sociales que ocurren en la etapa de la vejez. De especial interés resultaba, explicar por ejemplo, el por qué los adultos mayores se distanciaban cada vez más, del resto de la sociedad. Estas teorías, fueron evolucionando en la conceptualización de estos fenómenos sociales relacionados con la vejez. Cada una de estas teorías, guarda relación con distintos acercamientos o enfoques en cuanto al proceso de envejecimiento y los efectos de este proceso, sobre la sociedad.
El acercamiento Positivista, defiende que existen aspectos del envejecimiento que son universales, por lo que se pueden hacer generalizaciones para explicar los fenómenos sociales en esta población. El acercamiento Interpretativo por otro lado, plantea que cada individuo participa de manera activa en la construcción de su entorno social. Por lo que cada caso tiene características únicas y no se puede establecer generalizaciones, sino, estudiar cada caso desde su particularidad. El tercero de estos acercamientos es uno Crítico, el cual entiende que son las relaciones de poder, las responsables de formar el entorno social de cada individuo.
La primera de las teoría, fue la Teoría de Desapego, Separación y Retraimiento (Cummings y W.E. Henry, 1961). Esta postulaba que, una vez se llega a la vejez, el individuo se va separando del resto de la sociedad. Según esta teoría, era hasta cierto punto, natural y saludable, que el adulto mayor se aislara, ya que de esta manera, acostumbraba a la sociedad a su ausencia, evitando provocar un tipo de disloque social ante la muerte del adulto mayor. Esta teoría fue altamente criticada y desacreditada, ya que su aceptación implicaba no atender las necesidades de la población de adultos mayores, ya que su desapego era parte natural y universal del proceso de envejecimiento. Asumir esta postura, implicaría un abandono de los adultos mayores, justificado socialmente.
En reacción a la Teoría de Desapego, surge la Teoría de Actividad (Havighurst, 1961). Esta teoría, contrario a la anterior, planteaba que las necesidades de los adultos mayores no son distintas a las de las otras etapas. Los adultos mayores comparten la necesidad de socializar, de recrearse, de sentirse productivos, entre otras. Esto invalidaría la concepción del retraimiento del adulto mayor, como algo natural del proceso. Por el contrario, aquel adulto mayor que se mantiene saludable, podría continuar en un rol activo en la sociedad. A su vez plantea, que, en la medida en que el adulto mayor se mantenga activo, este sentirá una mayor satisfacción con su vida. Esta teoría sienta las bases para investigar aquellos casos que caen en el retraimiento social, ya que postula que no es una característica normal del envejecimiento. Por lo tanto, si un adulto mayor cae en este tipo de conducta, habría que indagar para ver que situaciones lo llevan al desapego social, sea enfermedad, física o mental, o problemas de accesibilidad como transportación, pobreza, discapacidades, entre otras.
Otra teoría importante es la Teoría de Continuidad (Robert Atchley (1971,1972), ya que esta define dos conceptos, el envejecimiento normal, y el envejecimiento patológico. Este último se refiere al envejecimiento con enfermedades crónicas que alteran de alguna manera el proceso “normal” del envejecimiento. Postula que el envejecimiento normal, es un proceso de desarrollo continuo en el ser humano. Aquellas necesidades, gustos y costumbres que la persona llevaba a lo largo de su vida, no cambian en la etapa de la vejez. Por lo tanto, si la persona era solitaria y de carácter volátil en la juventud, así mismo será en la vejez; si la persona tenía una personalidad alegre y disfrutaba de la socialización, en la vejez mantendría esta conducta. Esta teoría sin embargo, al plantear que el envejecimiento normal es aquel libre de enfermedades crónicas, excluye a un grupo inmenso dentro de la población de adultos mayores, ya que las condiciones crónicas son muy comunes y “normales” durante esta etapa de desarrollo, y no necesariamente implican retraimiento social. Además, crea una visión de la vejez con enfermedades, como algo anormal, que hay que tratar a nivel clínico, viendo la vejez como sinónimo de enfermedad.
La Teoría de Intercambio Social (Homans 1961), plantea que en los adultos mayores ocurre una disminución de sus recursos de intercambio social, recursos económicos, físicos, entre otros. Esto lleva a la separación paulatina del resto de la sociedad. Defiende que en la medida en que el adulto mayor pueda mantener ese intercambio de recursos con generaciones más jóvenes, se podrá mantener socialmente activo. Esta teoría gira en torno a las relaciones sociales a base intercambios económicos y deja a un lado otros aspectos sociales que entran en juego, como lo son las relaciones familiares y otros vínculos afectivos. Sin embargo, nos lleva a analizar un aspecto material de las relaciones sociales que si se da.
Resulta sumamente importante, conocer las distintas teorías y acercamientos sociales hacia el envejecimiento. En la medida en que las entendamos, podremos identificar la línea de pensamiento detrás de distintas intervenciones que pretenden ayudar a mejorar la calidad de vida de nuestros viejos.
Indudablemente, día tras día identificamos casos a los que podríamos aplicar algunos aspectos de estas teorías. Ya sea en las actitudes de la sociedad hacia la vejez, o viceversa. Debemos ocuparnos de ir provocando discusiones educadas, de manera que los conceptos sociales errados en cuanto a la vejez, vayan cambiando. Permitiéndonos como sociedad, enfocarnos en las necesidades reales de esta población, sus posibilidades, y no en sus limitaciones, para poder mejorar su calidad de vida.
Referencias:
E.Merchán y Cifuentes. Teorías psicosociales del envejecimiento. Universidad de Castilla La Mancha y Escuela Universitaria de Enfermería de la Comunidad de Madrid, Universidad Autónoma de Madrid (2014)